5.11.09

XIX
Recordá el tiempo de la felicidad, se dijo. El salto del estómago al vacío. La longitud oceánica del beso. Su primer abrazo. Recordá el tiempo de la felicidad. Y estableció paralelas, coordenadas, líneas en el viento. La memoria era un antílope desbocado.
Apenas ayer, se dijo, rescatamos al pájaro. Recordalo. Apenas ayer tenías dos ojos y dos manos y dos piernas para atravesar el mundo. Recordalo.
Corrió por la casa desmadejando la trampa que le tendían los días.
Afuera hay sol, Alejandra. Y ella hoy ya no quiere vestirse de cenizas.
XVIII
Le estalló todo el dolor en el oído. En el derecho. Le estalló toda la música en un estruendo pavoroso que lo dejó sin música. Le estalló el oído. Se le llevó pentagramas, silencios, corcheas más negras que nunca.
Pero se alzó, desde ahí se alzó, ya casi medio él, medio entre los sonidos de un Bach o de un paradójico Beethoven. En un rincón duermen los instrumentos torpes que nadie toca. Yo sospecho que de tanto en tanto los acaricia, como a mariposas muertas.

29.10.09


XVII
La mujer caminó por el centro de la avenida. Hizo equilibrio sobre las líneas amarillas. A su lado pasaban colectivos bestias sacudiendo el cuerpo menudo. La mujer caminó sobre el asfalto, la otra noche que se había caído de la noche. Caminó sonámbula. Sólo se escuchaba el sonido de su cabeza tejiendo y destejiendo la locura.
XVI
Y el desierto devoró al desierto. Arena tras arena se atascó en las gargantas. Y nos ahogamos. Sin remedio. Entre escarabajos y surtidores secos nos ahogamos. No hubo después nada para rogar. Nada para pedir. Sólo un manojo de dedos secos, siempre secos, para siempre secos, pieles carcomidas.
Detrás de todos los amaneceres se escondía feroz la oscuridad del infinito.

XV
Entonces, cuando todo se derrumbaba, simplemente comenzó a llover.
El paraguas de la noche se desmoronó en la noche. La tierra se olvidó de la tierra. Yo extendí mis manos… cuenco hueco, cuenco roto. Toda la lluvia de la noche cayó sobre mi cama. Mi sola cama. Mi cama desierta. Mi cama de hembra muda.
XIV
Vayamos ahora al parque. Ahora que el sol es un cobre que cae. Vayamos ahora, que todavía creemos en el verde.
Vayamos al sol antes de que el sol le deje combate abierto a los lobos.
XIII
Pierdo el árbol detrás del árbol, la piedra debajo de la piedra. Lo sé, somos el fruto de algún odio viejo y nadie aquí pidió nacer. Y si afirmo vida, miento. Y si me asomo a las cornisas, miento. Alguna ceremonia de tajo de los cuerpos sacará a la noche de su nada absoluta. Pero en la mañana estaremos de nuevo contra nosotros mismos, sin más piel que aquella que sólo nos pertenece.
A veces creo escuchar cómo crece mi pelo… a veces me ensordece el latido del propio corazón.
XII
Él dijo: sos tan pequeña que podría sostenerte sólo con la palma de mi mano. Él dijo: ahora voy a cuidarte. Él dijo: alguien antes me habló de vos…
Yo le conté de a poco el misterio de mis animales nocturnos, la ceremonia del la herida, alguna música escuchada hace mil edades.
Él dijo: ahora voy a cuidarte. Yo guardé las alas en mi mochila, lo miré despacio, caminé en círculos por la casa desconocida y casi desierta –podía sentir respiraciones heladas en cada rincón-. Y me fui. Antes de que los mismos viejos mastines nos devoraran, para hacernos carroña del olvido.

24.10.09

XI
Graniza en la tarde. Todo el horizonte es una piedra arrojada contra el vidrio de mi rostro. Nuevamente oculto los espejos. Guardo una navaja, un caracol roto, muñecas viejas.
A la calle salgo desnuda, maquillada para la muerte, pero desnuda. Nadie parece verme, nadie me ve caminar bajo el granizo de la tarde, de la mañana, de la noche.
Si te sangran los ojos, me dijeron, refugiate bajo los numerosos andamios del olvido.
Salgo desnuda, nadie parece verme, nadie me ve. Graniza en toda la tarde, en toda la noche. Graniza sólo sobre mi cuerpo desnudo.

X
Él amaba mis manos, dijo. Ahora las miro jugar con las letras, armar palabras como si me armara la vida. El tiempo de las flores es arduo y lento. Recorre senderos de humedad y de media luz. Pero él amaba mis manos. Y desde entonces –no lo sabe- mis manos son otras.
El tiempo de las flores esconde un peligro cierto. Un riesgo fatal en los ojos. La estúpida ilusión del júbilo.
Y él amaba mis manos. Tal vez era en el tiempo de las flores. Tal vez mis manos eran flores. Tal vez.
IX
Cuerpo de tela gastada, cuerpo cuero gastado. Flor que se oculta al menor roce. Cuerpo vasija caída, cuerpo tótem.
Cuerpo lleno de ecos, de vidrio roto, de huella vieja. Cuerpo cuarto de hotel en ruinas, cuerpo ala.
-Cuando un derrumbe de preguntas se apelmaza en mi garganta, agacho la cerviz y me coloco en el lado más severo de la sombra-.
VIII
Afirmo, hubo un sol. Y hubo noches de cautela y noches de pólvora.
Afirmo fui. Y ahora la prisa del náufrago.
A veces canto en plena calle, se me cae la voz en la vereda. Rio. Junto los pedacitos. Y me sumerjo en el día.
VII
Y ahora de qué sirven los viejos amuletos? Las piedras sonoras? Mirá, allá lejos hay un vendaval de huesos partidos. Y en mi vaso se hace añicos la tarde.
El tiempo desbarata los relojes. Cisterna donde la cara de los dioses se desfigura. Tic tac, tic tac. Inclino mi rostro hacia el sur. Y algunos insectos antiguos como lava caen de mis oídos.
VI
Se impone hablar del silencio. De sus garras. De sus barcos enredados. Del sabor del silencio.
Se impone hablar del silencio cuando ocupa el cuerpo todo, lo invade con murciélagos y con alas de polilla nocturna. Se impone hablar del retorno del silencio. Despertar despacio de ese mundo de gesto y de carencia. De ese mundo pez.
Y de cómo, arañando la palabra despacio, trazo a trazo, juntamos b con h con p con a, hacemos luminosos collares de sonido, terribles collares, cadenas atroces de sonido. Que se miran de cara al silencio, se empequeñecen. Y huyen.
V
Vimos cambiar de color el cielo. Primero ese azul que se desploma, pantera herida. Después, y lento, el tropel de colores, esos que carecen de palabra. El sol era una intuición o una herida.
Vimos dos pájaros.
Vimos más de lo que se podría ver.
Habrá algún precio para el asombro?
IV
Bajo qué luz se fue deshilvanando la luz? Acaso le cortamos el cabello al viento? Fuimos crueles con la risa nocturna o con sus aves? Se nos olvidó el nombre de nuestros padres? Olvidamos también agradecer a la manta o a su lana? Dejamos de caminar descalzos? Qué parte de la parte de la lluvia no besamos?
Tendremos tiempo de preguntarle todo esto al verdugo?

19.10.09

III
Un animalito azul, un animalito violeta, un animalito blanco. El camino que hacen mis pies. Ningún camino. Una palabra como espejo de otra y de otra y de otra. Una palabra como espejo de otro espejo. Baldío juego del infinito para perderse.
Cada vez que mi voz se desgarra contra los vidrios, un cardumen de hambre resuena en los oídos.
II
Ayer llegaste a mí. Venías con la cabeza descubierta y un clavel rojo que escondía todas las caras de la muerte. Una versión de la madrugada hizo que me viera en tu verme. Ahí empezaba o terminaba la magia. Nacían o morían las tristezas? Un tren verde cayó desde el cielo y leímos y leímos. ¿Te fuiste después?



I
La tarde destila su color de agua. Se me cae el invierno debajo de las uñas y camino como si flotara sobre un mar sucio. Te voy a arrancar, tristeza. Voy a masticarte el alma de azufre y a sacudir tu capa oscura hasta hacerla jirones. Pero la tristeza es un tumor, un pulpo aferrado al alma, y si la arrancara no sería yo más sombra que la tristeza misma.
La noche es una enredadera feroz que se aferra a mis piernas. Deambulo entre insomnios y sueños de hoja enferma, de trapito que agita el poniente. De nada.

23.10.06


“el mar es de llanto”
L. A. Spinetta


I

te veo
al fin
con tu mueca agrietada de caimán
con tu triste esqueleto
tu quilla volcada en mar de óxido


frente a frente
dejo caer la ropa para que me veas
en plena desgarradura
ahora al fin sin los espejos
-viejos dadivosos de la mentira-

el tiempo es un gato al acecho
mientras nos reconocemos
parte a parte

huele a container abandonado
y nadie ríe aquí


II

sé que tras la pared
vos
amor
tendés tu mano

no puedo alcanzarla todavía

no hay cielo en buenos aires

allá
muy alto
la sombra de la sombra de una estrella
descubre el camino baldío
que mi lágrima
este escarabajo de caucho candente
traza
sola
qué gran caja vacía es la noche
qué gran caja conmigo dentro

acuchillo una y otra vez
la sustancia áspera
de la tristeza

18.10.06


“todo cáliz es morada”

y yo
rota
contra la pared de la tarde
alrededor todas las voces
-cualquier idioma es extranjero-

en este lugar sin sombras
el dolor nuestro -animal terrible con ojos de fuego-
abre sus mandíbulas
en un grito mudo



¿cómo respirar este aire de plomo líquido?


hablé y hablé del hijo
construimos su mundo de palabras


ahora en su casa mi cuerpo otra vez la muerte


andamos fantasmeando los rincones
ya nada es

jorge
alguien vino por la noche
otro emisario de la sombra
y taló nuestro bosque
le iba a decir
que con su magia nos había vuelto del espanto

que nuestras guerras habían quedado abolidas
tras su luz

que todo lo que somos
-este puñado de agujas y metralla-
era ahora un sueño grande con forma de cuna

le iba a decir que yo sentía bailar mis manos
y en los ojos de su padre todo el futuro era
una llanura verde verde

ahora estoy muda

antes
es otra versión de lo imposible

después
la hiel hace jauría

ya no veo
y las cosas pasan
me interpelan

de entre todos los dolores maldigo
no poder llorar
hasta deshacerme

8.10.06



“Salía la luna llena y ellas
en torno del altar en pie quedaron”
Safo

a susana




deshilamos la urdimbre de la tristeza
mano contra mano
en la penumbra que limpia las paredes de tu casa

así ocurren los encuentros
pienso
y un perfume de sándalo se nos lleva toda lágrima mal llorada
mientras nuestros muertos queridos vienen tras la sombra
vienen y traen luz al atardecer manso
vienen y se sientan en su secreto profundo
vienen y son eterno eco

y detrás de las palabras siempre está el silencio
-o esa forma embellecida del silencio que es la música-
y entonces el abrazo es necesario y cierto
y de golpe toda la soledad del mundo es sólo otra palabra
muerta de soledad
aquí dentro ocurre pues lo invisible
un latido en otro latido
dos corazones en un único cuerpo

este cuerpo mío de hembra que ronda a su hombre
para que ninguna otra voz lo conciba
para que nada distraiga su mirada

doble mujer asisto a mi origen
esta alborada que impone su sabor de viento
a todo desierto posible
esta penumbra temprana de la tarde
que la lluvia ha tejido con su telar de quieto cristal
lame mis costados y se recuesta a mis pies
como un gato inasible

dentro de su perfume denso de su lágrima de cal
todo se mueve lento con languidez de lagarto

el tiempo me transita
soy un camino tendido sobre el vientre desnudo de la tierra
soy también el viajero que descubre el signo de otro cielo
y soy su asombro infinito

cuando la luz se cae sobre mi almohada
un hechizo baja desde mundos sin nombre
para poblarme