5.11.09

XIX
Recordá el tiempo de la felicidad, se dijo. El salto del estómago al vacío. La longitud oceánica del beso. Su primer abrazo. Recordá el tiempo de la felicidad. Y estableció paralelas, coordenadas, líneas en el viento. La memoria era un antílope desbocado.
Apenas ayer, se dijo, rescatamos al pájaro. Recordalo. Apenas ayer tenías dos ojos y dos manos y dos piernas para atravesar el mundo. Recordalo.
Corrió por la casa desmadejando la trampa que le tendían los días.
Afuera hay sol, Alejandra. Y ella hoy ya no quiere vestirse de cenizas.
XVIII
Le estalló todo el dolor en el oído. En el derecho. Le estalló toda la música en un estruendo pavoroso que lo dejó sin música. Le estalló el oído. Se le llevó pentagramas, silencios, corcheas más negras que nunca.
Pero se alzó, desde ahí se alzó, ya casi medio él, medio entre los sonidos de un Bach o de un paradójico Beethoven. En un rincón duermen los instrumentos torpes que nadie toca. Yo sospecho que de tanto en tanto los acaricia, como a mariposas muertas.