29.10.09

XVI
Y el desierto devoró al desierto. Arena tras arena se atascó en las gargantas. Y nos ahogamos. Sin remedio. Entre escarabajos y surtidores secos nos ahogamos. No hubo después nada para rogar. Nada para pedir. Sólo un manojo de dedos secos, siempre secos, para siempre secos, pieles carcomidas.
Detrás de todos los amaneceres se escondía feroz la oscuridad del infinito.

1 comment:

diego colombres said...

Hasta aquí leí, prometo seguir más. Publico en este último ya que es de un estilo lúgubre y desesperanzado que me apasiona. Muy bueno,te felicito por tu poesía, leí por Berta muchas cosas tuyas y me gustan.